La mujer en la poesía hispanomarroquí. 2009

La mujer en la poesía hispanomarroquí. 2009

Hacía mucho tiempo que presentí el camino,
tal vez alguna aurora, tejida de misterio,
ya lo soñaba ajena.
El sendero era dulce entre greda y verdor;
las milenarias piedras, jugando al escondite,
decían de victorias y derrotas lejanas
que ya nunca ocurrieran después de tanto llanto.

La canción se agolpaba con su timbre sereno,
«… dicen que es verdad, que llorando está
por las noches en los muros de la Al-Hambra…»

Aquel Boabdil del Sur,
nazarita consciente de pérdida y derrota,
pequeño en su estatura y grandioso en el porte
se cernía, disuelto y repartido,
entre el ramaje fresco de la estación de Otoño.

Caminamos callados, pensativos,
por no quebrar la magia del lugar
ahora virgen por destino del mundo.
Se adivinaban gestas, murallas derruidas,
altivos minaretes que las olas bañaran
con descuidado afán.
El mar en su rumor, como vigía atento,
Descifraba historias de navíos y séquitos.

Me situé en el centro donde puse descanso
a los pies que en la tierra seguían perfilando
otros surcos vividos.
Nos sentamos al fin rompiendo con la risa
la quietud del momento.

No respiró ni el aire, ni el trueno,
ni riachuelo alguno de caudal apacible.
Era un día cargado de sueños sin ventisca,
de armoniosos encuentros, de metas conseguidas.
Y en el momento justo de la tarde que evoco,
un esbozo de muerte, silbándome la espalda,
me hizo dialogar con todos los difuntos.

En medio estaba él con turbante de fiesta,
alfanje en la cintura
y un sulham inmaculado de ondear altivo.
Con sonrisa triunfante recogió aquella rama
que fiel se desprendió de la copa del árbol.
Con ella señaló lugares de la Historia
y en memoria quedóse un presente extinguido.