
El Albaicín, el barrio. 2010
Me despierta un rumor
de cuesta y de río,
de calles empedradas,
de ciprés,
de jardines…
Pero sólo es un sueño de plazas
y de fuentes,
legado de un pasado.
Desde la lejanía: el frescor
de tus noches,
el beso de tu luna,
las piedras de tus calles
sonándome a medina.
Desde mi corazón de niña:
el transitar diario de gitana y
canasta, de mantoncillo al viento,
de mimbres y de copla.
Albayzín, Sacromonte,
dos perlas de Granada
con historias de siglos, engarzadas
al aire que alimentó otro tiempo.
Memoria y cante,
historia y zambra.
Todo se encendía en cuevas
encaladas, esperando la cita
de sentidas guitarras
–la voz de la conciencia-.
El cobre, reluciente en gráciles plateros
de botijo, almirez, calderos y cacillos,
bebían su silencio entre aquellas
paredes rugosas como nubes.
La Cuesta del Chapíz tenía atardeceres
de claveles con júbilo, de castañuela
antigua, que subía hacia ti,
Albayzín de mis sueños.
Tengo otra memoria de plazas
y chumberas, de chiquillos jugando
al aro, al escondite, al trompo o
a la cuerda…
La Plaza Larga emerge, en el recuerdo,
con ímpetu y cadencias.
Y la calle del Agua nos ponía
en las manos talleres de tapices,
alfombras, taracea,
cerámica –explosión de granadas-
de barro y de la anea.
En otro itinerario, ilusionado y lento,
perfumado de incienso de El Salvador
cercano –olvidó en el aroma
el abrazo del fuego-,
penetro en otra estancia:
Las Cuatro Esquinas nombro
como cuatro suspiros llevados a la copla,
y deposito allí mi corazón granado
en cuatro sueños míos:
Mi origen granadino poblado
de nostalgias;
una estela de vida por todos
los que allí,
habitan en tu suelo;
una esperanza abierta a recorrer,
en nuevo itinerario,
tu piel de tomillo y canela
y el abrazo más grande, para
ti, Albayzín, evocador lugar
de embrujo,
de misterio.