Te adivino vigía de la ciudad ofrecida
-amado baluarte esponjado en historias-
Allí, alertas las almenas estancadas en siglos
y estandartes de gloria navegando en el tiempo,
te ofrecen compañía.
El bajel se ha llegado en el sueño
y traspasa mareas de cristalinas aguas.
Un mar se decora de sigilosas aves
que danzan cotidianas nuestro aire festivo.
Permaneces ahí, animando el paisaje
con tu silueta estable y enamorada siempre
del paisaje marino y horizontes de lluvia.
Silenciosa te enrolas en levantes y espumas
que llevan tu nostalgia más allá de los sueños.
Y observas y evocas y sientes
la gran inmensidad que así ya te rodea,
mientras impávido sigue un centinela fiel
que arrobado contempla tu perfil y tus años.