Primer Premio del XXII Certamen de Poesía “Rosalía de Castro” (Casa de Galicia en Córdoba). Ed. Diputación de Córdoba, 2015

El poemario es una invitación a evocar un lugar determinado, el que desea el poeta, quiere que nos ubiquemos en él para acompañarle en el recorrido emocional que nos irá mostrando su obra. Con cada verso nos hará partícipes de los sueños, deseos y realidades que se hacen presentes a través de las 65 páginas que conforman el recorrido de El libro de las aguas, Sin duda alguna se trata, en un principio, de ese sur donde el autor habita, su ciudad natal, Málaga.

La voz de José Sarria fluye rumorosa y cristalina por todo el poemario, dividido en cuatro apartados de diferente extensión, pero siempre tejidos con poemas, prosa poética y acertadas citas donde va vertiendo, con gran sensibilidad, acontecimientos vividos en su niñez y en su edad adulta, y donde serán protagonistas tanto, ese niño recobrado de infancia feliz en un huerto de macetas y naranjos, como amigos de más al sur, con los que se identifica buscando y encontrando sus raíces más lejanas. El libro se hace homenaje al agua, agua hecha lenguaje que el autor va a utilizar en su discurso, porque el lenguaje, ahora, se hace presente para el canto. Conforme avanzamos en la lectura, observamos como Sarria baja más al sur, y penetra en el mundo árabe a través de tres poemas (Al-Ándalus. Patria y raíz del agua; La tarde y Medina de Fez El-Bali) con ellos indaga en sus raíces, en los antepasados más lejanos en el tiempo, los árabes, establece relaciones con el mundo islámico y rememora tiempos de mezquitas y madrazas, de surtidores y alcázares, de califas y visires. Este sueño le lleva hacia el esplendor de Al-Ándalus, sumergido en ese sueño de la memoria que atrapa para, al final del recorrido, encontrarse con el niño que fue, con sus calles de entonces, con amigos encendidos de aros y trompos. Vuelve a la niñez y escribe: “[…] me acompañan todos los nombres de los que conmigo caminaron, sus viejas cicatrices y el himno de sus sombras […]”. Y siempre con alusión al lenguaje, al agua hecha palabra con la que irá desgranando sus recuerdos. Recorre algunas ciudades de Marruecos cantando a sus medinas, sus calles estrechas, los aromas a especias, los colores de la menta, el sésamo, el azafrán, y ese agua poética y viva. Llega hasta otros límites para cantar el disfrute espiritual que se enraíza al escuchar la voz del almuecín llamando al rezo. Hay evocaciones para amigos marroquíes que viven cotidianamente en sus casas azuladas percibiendo cerca el olor a hachís, donde el autor apunta que: “En Chaouen el olor/del hachís tiene la dulzura/del tiempo detenido […]”. El autor se aferra a la memoria, a sus antepasados y se pronuncia: “[…] Reconozco mi sangre/en tu arena y en sus lagartos/extendidos, en esta/ciudad del viento”.

Nuestros ojos pasarán por las olas de este libro de José que son, en definitiva, sus versos, y los veremos fundidos o desposados con sus emociones, lágrimas, risas, con sus evocados encuentros.

José Sarria tiene el don de la comunicación, huye del barroquismo, se decanta por la armonía y comunicación del lenguaje, postulados que ha seguido para ofrecernos este bello poemario.

 

(Resumen de la presentación de El libro de las aguas de José Sarria, por Encarna León. Melilla, 8 de marzo 2018).